Una parte de mi vida
En lo particular nunca quise ir a la escuela, además que no estudié kinder. Cuando me llevaban a la primaria (mi mamá tenía un puesto de tacos y una muchachas que le ayudaban me acompañaban a la escuela) yo gritaba, les pegaba, lloraba e incluso aún cuando me habían dejado en la escuela me regresaba a la casa, obviamente no era del agrado de mi mamá. Mi papá por otra parte decía: -“si ese niño no va a estudiar déjalo, que se ponga a trabajar luego se va a arrepentir”-. No fue sino hasta que una de mis hermanas, que vive en el lado opuesto a donde nosotros vivíamos, estuvo dispuesta a hacer que la escuela me gustara, a la fuerza, obviamente. Me llevó una semana a su casa y estuve de oyente en una primaria cercana, le dijo al conserje que cerrara la puerta con llave -“está bien -dije- pero si me quedo, no entro”, pues me sacaron una silla “pero si me siento que sea en otro salón”, me fui a los salones de tercer grado, fue una guerra campal. Un día estuve en el sol, castigado por mi mismo, ya que no quería clases de educación física. Es obvio decir quien ganó la batalla, porque estoy aquí en 8° semestre de una carrera universitaria, claro, la tortura psicológica entre mi hermana y yo la supo mi mamá varios años después y hoy en día nos da risa.
Estudié la primaria y la secundaria en M... La preparatoria en T... Chiapas. Algo digno de recordar es que, a pesar de que mi papá nunca estudió una carrera profesional, era muy aficionado a la lectura y a realizar ensayos de tipo teológico. Tenía lleno un librero de diferentes tomos, géneros y gustos literarios. Por ese motivo a la edad de 13 años leí La Divina Comedia -nunca le entendí, demasiado espesa-, y a esto le siguió un buen número de ejemplares hasta el día de hoy sumando a lo menos 100.
Decidí estudiar en el área de la salud debido a un sueño infantil. Cuando era niño de 6-8 años me encantaba ver caricaturas, Los Halcones Galácticos, Superman, Batman, esas caricaturas de los noventas, me gustaba la forma en que ellos salvaban al mundo y de alguna manera me decía que cuando creciera yo iba a salvar al mundo también. Tiempo más tarde como sale en las películas, me di cuenta que el mundo es cruel con los sueños y que las cosas no son tan fáciles pero esto no me hizo renunciar a mi sueño. En la preparatoria todavía no sabía que iba a estudiar –me decidí el mismo día que me inscribí al área de ciencias de la salud-. Si no podía salvar a TODO el mundo por lo menos podía salvarlo uno por uno, cuando atendiera a un paciente. El destino, si se le puede llamar así, decidió que estudiara en la Facultad de Ciencias Químicas, y despertó en mi el interés por la investigación, de esta manera mi sueño sigue vivo.
Esta es mi vida, o más bien una parte de ella aún sin concluir.