La carta que no te pude enviar
Tengo antojo de ti en esta noche de sombra y luz ausente... me has dado razones para pensar, para sentir, para escribir, para anhelar, y para esperar...
Siento mi mente llena de rebaños de ovejas impacientes por saltar la cerca, por convencerme que deje de pensar en ti. Cada noche es lo mismo, te robas mis párpados y te los llevas contigo entre tu pecho. Insomnio, así lo llama mi psicóloga, yo le pongo tu nombre y lo adorno de margaritas.
Tengo ganas de casarme, lo juro, de verdad hasta que la muerte nos separa, y de pronto llega el amanecer y me da una bofetada en la cara ¿cuándo fue que esto se convirtió en un sueño o empezó a ser real? En que momento mi mente metodológica dejó de pensar en ecuaciones y fórmulas y comenzó a pensar en juegos prohibidos, en sueños anhelados.
Te quiero, cuando lo siento lo escribo, lo digo y lo canto, espero que tu también sientas lo mismo.
Atte. Yo... culpable