El ensayo que Gabriel García Márquez jamás escribió, por Zorbax.
Si bien me lo decía mi madre: "estudia mejor contaduría". Oh que gran desilusión llegar al final de la carrera y descubrir que todos los sufrimientos aguantados durante cuatro años y medio fueron demasiado por tres palabras de las cuales no somos ni una sola: ¿QFB? ¿Químico? ¿Fármaco? ¿Biólogo? Pasante de medicina en una farmacia -que pásame esto, pásame aquello, el naproxeno, el simi-power, oh desilusión-.
Ahora veamos el significado de la palabra Micología -o micetología-, sabemos bien que es la parte de la botánica que trata del estudio de los hongos. Taxonómicamente los hongos pertenece al reino Fungi, cuyo nombre se deriva del latín vulgar fungus (literalmente significa hongo), la cual se convirtió en la palabra "hongo", con el cambio F > H que fue usual en español debido a la evolución de las lenguas romances. Es notorio ver la ironía de la palabra Fungi y lo demasiado obvio que resulta: los hongos pertenecen al reino "Hongo", wow, deberían darles el premio Nobel.
Para definir el por qué es o no importante la micología en mi formación como QFB, primero debo explicar los motivos que me obligaron a intentar serlo:
En primer lugar porque no sabía qué hacer con mí tiempo libre, aunque creo que porque no sabía donde me metía: ¡desde fuera suena tan bonito ser Químico Farmacobiólogo! Y porque negarlo, soy un poco masoquista, y me gusta que los médicos me falten al respeto; porque hacer prácticas con productos peligrosos para mi salud sin ningún tipo de seguridad es adrenalina pura; porque dormir más es vivir menos; porque nací pobre y quiero morir igual; porque vaya por donde vaya solo veo virus, hongos, bacterias y parásitos; porque enfermarme de salmonelosis en una práctica es relajante y constructivo… digo obstructivo…. para los baños.
Porque estoy más loco que cualquiera y lo quería demostrar; porque llevar gafas es de modernos y mirar al microscopio durante 2 horas contribuye a ello; porque un frotis vale más que mil palabras; porque me gusta aprenderme nombres raros y después usarlos como insultos y/o halagos a mis amigos; porque me gusta aprobar 10 prácticas, 3 parciales, 2 presentaciones con diapositivas, y a pesar de todo… tener que ir a finales; porque no se puede vivir sin saber como ocurre la glucólisis, quién sintetizó las cefalosporinas, los microorganismos por gramo permitidos en un helado, la dosis letal 50 del paracetamol…Porque es necesario aprender palabras nuevas, como esternocleidomastoideo, N,N-dimetilmetanamida, Escherichia o Toxoplasma gondii.
Y porque después de unos años seré técnico clínico, biólogo, empresario, ingeniero químico, psicólogo, técnico de alimentos, maestro de secundaria y técnico medio-ambiental, taxista, ingeniero en sistemas, maestro de universidad, y "pasante de medicina" en una farmacia, aunque en el papelito solo dirá: "Licenciado en Químico Farmacobiólogo".
¿Por qué? ¿Por qué? ¿POR QUÉ? ¿¿¿POR QUÉEEEE??? Eso me pregunto yo a todas horas. Por el momento sigo buscando dentro de mí la respuesta: asimilando día a día el científico que llevo en mí.
Es un enigma porque soy químico, de eso no hay duda o como dice Coehlo, el universo conspiró para que yo fuera lo que soy ahora. Esto que tiene que ver con la micología, quizás no lo perciban debido a la manera cómica en que lo di a conocer, pero que de manera figurada dice como soy en realidad. Lo explicaré, en pocas palabras: soy un mortalito carente de conceptos, y conocimientos pero tengo inteligencia y eso ya sea de una forma u otra me llevará al éxito.
Ahora localicémonos nuevamente en el concepto de la matera: Micología, esa palabra suena llena de terror desde semestres atrás. Tengo mi cabeza llena de prejuicios y malas vibras, suele pasar con la mayoría de las materias, son hermosas y únicas diría yo y de pronto llega un pseudo maestro con ideas de omnisapiencia a llenarnos la cabeza de tonterías y a eliminar nuestros sueños de volar algún día alto, muy alto o ya no digamos obtener el premio nobel por nuestro trabajo “fungoso” sino por lo menos generar conocimientos. Si no me gusta la micología es culpa de prejuicios, y un verdadero maestro, aunque nunca esta de más el conocimiento.
En lo particular nunca me he sentido atraído por los hongos, excepto en el pollo con crema de champiñones, y no les he brindado más atención que la de aplicarme miconazol todos los días después de bañarme. Los hongos son molestos, incómodos, algunas veces dañinos, son como las mentiras: convivimos con ellas todos los días, y no está mal que sea así, no digo que sean inútiles, más bien incomprendidos y desapercibidos.
Son fuente de alimento nutritivo, barato, abundante y a la vez menospreciado. Son materia prima en la industria cuyo único fin es el de hacer perder la conciencia a los corazones adoloridos al compás de una canción de José Alfredo Jiménez. Abundantes y capaces de satisfacer la demanda de alimento de los pueblos más pobres viven su ciclo de vida en la soledad que les brinda la humedad de los suelos tropicales y el calor de vida brindado por las plantas, saprófitos, simbiontes y a veces parásitos.
Cuántas cosas, cuántos espermatozoides, cuántas bacterias, esporas y bacilos nadan en mi fondo, cuánta flora y fauna me habita, cómo estoy tan inmensamente vivo, yo, ecosistema hombre: Otto.