sábado, marzo 20, 2010

Miopía

Fuera de dos o tres excepciones inmensas, la admiración actual no es más que miopía, oropel que consideran oro. La plebe es un viejo Narciso que se adora a si mismo, y que aplaude todo lo vulgar. Esa facultad enorme por la cual un hombre es un ser extraordinario, Newton, Pitágoras, Da Vinci, Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien alcanza su fin.
Que un licenciado se convierta en diputado o gobernador; que un falso escritor alcance el éxito y sea best-seller con un solo libro; que un hombre tenga más de una mujer, ya sea por ser un buen mentiroso o cualquier otra artimaña; que un policía mediocre gane por casualidad una batalla decisiva contra el crimen; que un farmacéutico invente una fórmula milagrosa y adquiera con las regalías millones de dólares; que un pobre diablo se case con alguien por interés y tenga de ella por hijos miles de pesos; que un "amigo de un político" se vuelva ministro de Hacienda; no importa lo que sea: los hombres llaman a esto genio, pobres estúpidos, lo mismo llaman belleza a la figura de las actrices. Confunden con las constelaciones del firmamento las huellas estrelladas que dejan en el lodazal de un charco las patas de las gallinas.

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