La esposa del abuelo
Se me olvidó el momento preciso en el que sucedió; por alguna extraña razón andaba con los pensamientos desorbitados y el alma pendiendo de un hilo al borde de una ominosa demencia. Las cosas transcurrieron en aparente normalidad hasta que un día la ausencia creció desmesuradamente hasta ser insoportable obligando a mi mente a esforzarse por evocar un recuerdo. Nunca me fijé de su ropero, ni me atreví a pedirle su llavero. Todo transcurrió así, lejano, irreal con una asimilación diferente a la percepción normal. ¡Me abandonó! Como se abandonan los zapatos viejos, botándome en el desván a esperar que desaparezca el mundo. Momentos después del funeral creí haber reconocido su rostro, algo había en ella de eso estoy seguro, lo supe después cuando su imagen no me abandonó hasta transcurridas muchas semanas. Sí, la recuerdo, esas noches de insomnio circulando por mis venas viajando en ese ambiente mortuorio lleno de cirios insensibles y esa sensación mayor a la que estoy acostumbrado a sentir invadiéndome aun en mis sueños; osó seguirme aún en mis sueños robándome la tranquilidad que brinda Morfeo. Recordé la ocasión en la que nos dirigimos rumbo a su última morada, ese camino me pareció demasiado familiar como si el hecho de pasear entre los muertos me hiciera revivir y tener la facultad de poder evocar el pasado. No te vaya a extrañar que en cualquiera noche incierta yo te vaya a olvidar, esposa del abuelo.
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