miércoles, agosto 25, 2010

Beatriz (II)

Primera parte

¿Por qué a veces el cielo es injusto? ¿Qué esperanza había de jugar a los “encantados”? ¿O de ir juntos a comprar un helado de chamoy? ¿Por qué existe ese encadenamiento necesario y desconocido a los acontecimientos? Los días transcurrían, no le dirigía la palabra, mentira que el cielo lloraba, mentira que a ese ángel se le hallan cortado las alas antes de volar. A pesar de eso seguía ejerciendo una influencia profundísima en mí. Tenía su imagen grabada en mi pensamiento, le construí un santuario y me convertí en un devoto fiel, que reza en silencio elevando plegaria en un templo.

Un día sin previo aviso desapareció, habían pasado más de un año, y a través de algún tratamiento posterior a una operación que le realizaron, y motivo por el cual no fue a la escuela, ella, después de mucho esfuerzo y con ayuda de todos los compañeros, comenzó a dar sus primeros pasos. Fue una de las experiencias más hermosas, la cereza del pastel de esta historia onírica. Verla caminar torpemente tres pasos, el cielo parecía sonreírme. Recuerdo que no había silla o mesa-banco adecuado para ella. Mi maestra lo solucionó poniendo una tabla en los soportes de brazos de su silla de ruedas. Era tan linda, tan inocente, la felicidad de su rostro no estaba ligada al número de metros que recorriera sus pies sino al aire mismo que respiraba. La realidad siempre es tan complicada sobre todo cuando se tiene 9 años. Se fue sin la magia con la que llegó, me quedó su olor, el brillo de sus ojos, claridad, el tono celestial de su piel. Al regresar después de las vacaciones de verano quedó un espacio vacío reservado para alguien que no llegaría más. Nunca la volví a ver, no recuerdo su verdadero nombre, sólo sé que a partir de allí nunca volvería a ser igual, había descubierto una de las facetas del amor, mi amor, mi sensibilidad.

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