El viajero 3/5
Sí, yo fui el niño que describes y del cual te burlas. Mi padre nunca me quiso y he crecido con esa autoridad y dominio que tenía él sobre los demás. Mi padre fue ambicioso, pero también era un gran inventor y se esforzó tanto en armar está grandiosa máquina. El Señor Caderousse se levanta del sillón, camina a la cortina que está al fondo y la levanta, es en ese momento que el viajero observa la enorme máquina, se para delante de ella y el Señor Caderousse le explica: la máquina sirve para incubación, desde que mi padre se instaló aquí las personas vienen a pedir prestado y es obvio que ninguno ha pagado, ¡esa sucia y pobre gente! Mejor los hubiéramos encerrado a todos, niños, mujeres, jóvenes, todos por igual. Hizo una pausa. Pero claro, yo y mi padre tuvimos compasión y no les negamos nada, ahora bien, todo tiene un precio y ese fue que por cada deuda que no pagaran tenían que entregar a alguien de su parentela. Sígueme te lo voy a mostrar. Bajaron al sótano y por los pasillos se veían filas y filas de cápsulas blancas con personas dentro. Todas ellas en estado inconsciente. Están vivos si es lo que quieres saber, dijo Kazran. Los mantengo así por muchos años y cuando la familia sigue sin pagar, pues simplemente los desconecto. Cuando la familia quiere verlos, les digo que no, pero que pueden regresar después y tal vez un día les deje pasar, y si la cápsula llegase a fallar, bueno, les diré que fue un accidente. ¿No te parece genial? Me parece cruel de su parte Señor, las personas no son ganado, no se venden y no se les esclaviza y menos de esta manera tan injusta, el ser humano merece vivir dignamente, merece ser libre de la opresión que ejerce la autoridad sobre aquellos que no tienen los recursos, merece libertad para alejarse de personas como usted Señor. El viajero quedó abatido y sin palabras, venía con un propósito y se le olvidó tal. El Señor Caderousse no entendía cómo es que llego hasta ese punto, así que continuó la historia. Ella se llama abigail, es hermana de la Señora que vino hace un rato, la conocí cuando éramos niños, su hermana la cuidaba junto con su esposo. Ellos tienen un hijo y por esos años él enfermó, sus recursos eran pocos, vendieron todo lo que tenían, pero el niño no mejoraba y a ellos se les acababa el dinero. Mi padre se enteró de este caso e invitó a los esposos a platicar con él. Les ofreció el dinero que quisieran y el tratamiento médico para su amado hijo. A cambio, ellos le harían entrega de la niña como garantía de algún día pagar su deuda. La oferta sonaba muy bien, pero tener que desprenderse de Abigail y no verla por un tiempo, no era una decisión fácil de tomar. Pero no podían dejar morir a su hijo, el ya no verlo y tenerlo entre sus brazos les causaba dolor y sufrimiento, sería una pérdida que nunca superarían y la culpa de no haber hecho nada por él les carcomía el corazón. Señor Caderousse hemos decidido que Abigail se quede bajo su custodia, pero prométanos que la va cuidar y que el uso en su máquina va ayudar a que no mueran más. No tengan miedo, la cuidaré como sí fuera mi propia hija, cuando gusten venir a verla,las puertas de esta casa están abiertas para ustedes, dijo mi padre. Se despidieron dejando a la pequeña y no volvieron a verla.
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