sábado, noviembre 17, 2012

El viajero 4/5

Los motivos de mi padre para hacer tal monstruosidad fue el invento de su máquina, está diseñada para mantenerlas jóvenes, sin enfermedades y con la posible inmortalidad. Abigail fue el comienzo de toda esta cadena de personas que han ido y venido de las cápsulas. Aquí fue donde la conocí, mientras mi padre me enseñaba cómo funcionaba su creación yo me hice su amigo, claro que no hablaba con ella pues ya estaba en estado de congelación, pero al verla sentí pena y ella era y es la única persona que me entiende. Estaba prohibido abrir las cápsulas y conversar con los pacientes, pero yo la quería y deseaba su voz, sus palabras, su mirada. La manera de conectarse con un ser tan frágil y bello, quería verla caminar para sentir que realmente estaba viva. Me atreví a interrumpir su sueño, abrió los ojos, me presenté y no paramos de hablar en esa noche, fue especial y ella me hizo sentir vivo. La acompañe de nuevo a su cápsula y volvió a cerrar los ojos, esos ojos tan vivos y llenos de expresiones y emociones que querían soñar, aprender nuevas cosas y nuevos mundos, sus bellos ojos se cerraban cada noche que yo la visitaba. Transcurrido un año mi padre seguía haciendo pruebas con ella, no permitía que ella viera a su hermana y sólo la mantenía con vida porque su cuerpo era joven para regenerar células y tejidos que necesitaba para hacer más exámenes. El día de mi cumpleaños número catorce bajé cautelosamente al sótano, llegué a su lugar y con mucho cuidado abrí la puerta,me recibió con un abrazo y le dije: ¿a dónde vamos? Fuimos a ver a su familia, los extrañaba pero no pudo pasar, sólo los miró por la ventana y observó a aquella feliz familia que probablemente ya no la echaba de menos. Teníamos la misma edad y congeniábamos como hermano y hermana. Abigail tú eres parte de mi vida, le dijo, te cuido hoy y siempre. Regresamos a la casa y no me percaté de que mi padre nos vigilaba, me esperaba en las escaleras rumbo a mi cuarto, allí me pegó, me lastimó y me ofendió. Caí desmayado y desperté en mi cama días después. Se me informó que tenía prohibido salir de mi cuarto, estaba prisionero dentro de mi propia casa y allí aguardé como un objeto más. Kazran, vengo a perdonarte, me fallaste otra vez por eso tu castigo fue severo, espero hayas aprendido la lección. El Sr. Zardick caminaba a la puerta cuando recordó. Por cierto hijo, tu amiga está prisionera, no puedes verla, ni hablar con ella, sólo te lo permitiré una vez al año y, por mi bondad tú puedes elegir el día, soltó una leve sonrisa y partió.
Me desgajó el corazón con su maldad, lloré amargamente, me levanté de mi cama y juré no volver a derramar una lágrima más por aquél Señor sin corazón, sin amor y sin razón. Fue el último día que lo vi con vida, fui a su aposento para informarle que estaba dispuesto a obedecerle pero lo encontré quieto en su cama, mi padre había fallecido. Me senté a su lado y muy cerca de su oído le susurré: me alegra verte así Padre al final de tu vida, ya no me lacerarás el alma y no habrá más veneno saliendo de tu boca. Te odio, no te extrañaré, te enterraré como te mereces, solo y lejos de mi propiedad.

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