miércoles, enero 20, 2010

Vita brevis

Enero.
Ante las doce uvas
y el requiescat por el año viejo
prometí no prometerme nada.
Buscando en los primeros días
tu presencia lejana y un te quiero tardío,
recorriendo de arriba abajo tu sombra
con mis pupilas heridas,
en busca de tus misterios orográficos.
 
Febrero.

Corazones, arcos y flechas,
la misma porción de nada,
rosas rojas para nadie,
palabras e imágenes que nunca tuvimos.
 
Marzo.
Lloré entonces, no lloraré ahora,
me limitaré a poner humedad en la mirada,
en los labios, en veinte velas
de un pastel atormentado.
 
Abril.
La primavera al fin cae sobre ti
cubriendo de flores tu ser;
tus cejas, arqueadas,
me dicen que ya no pueden más
con el peso de la luz diáfana.
 
Mayo.
Te quiero por segunda vez
como si fuera la primera,
con estas flores te lo digo,
luchas, muertes
y derrotas continuas,
flores eternas.
 
Junio.
En silencio, mi corazón escribió
a lápiz una carta a Venus,
esculpiendo palabra a palabra,
cincelando el papel
como queriéndote sin querer.
 
Agosto.
Llegaste como la dama de de mis sueños
en tu corcel de cuatro ruedas
y zapatillas de mezclilla negra
abriéndote paso entre la gente,
con tu sonrisa dulce y atractiva
y esos ojos cafés, no tan oscuros,
con un aliento de vida en ellos.
Una inquietud surgió:
Con un ¡hola! todo comenzó.
 

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