miércoles, abril 07, 2010

Utopía

Los problemas del socialismo pueden reducirse a dos principales:

  • Primer problema: producción de la riqueza.
  • Segundo problema: repartición de la riqueza

El primer problema implica cuestión del trabajo. El segundo la cuestión del salario. El en primer problema se trata del empleo de las fuerzas. En el segundo, de la distribución de los goces. Del buen empleo de las fuerzas resulta del poder público. De la buena distribución de los goces resulta la felicidad individual. Por buena distribución debe entenderse, no la distribución igual, sino la distribución equitativa. La primera igualdad es la equidad. De estas dos cosas combinadas, poderío público en el exterior, felicidad individual en lo interior, nace la prosperidad social. Y prosperidad social quiere decir: el hombre feliz, el ciudadano libre, la nación grande.

[Hay países]... que resuelven el primero de estos dos problemas: Producen admirablemente la riqueza, pero la distribuyen mal; y esta solución, que sólo es completa por un lado, la lleva fatalmente a estos dos extremos: opulencia monstruosa, miseria monstruosa; todos los goces para algunos, todas las privaciones para las demás, es decir, para el pueblo; el privilegio, la excepción, el monopolio, el feudalismo, nacen aquí del trabajo mismo. Situación falsa y peligrosa que asienta el poder público sobre la miseria particular, y que funda la grandeza del Estado en los padecimientos del individuo. Grandeza mal compuesta en que se combinan todos los elementos materiales, y en la cual no entra ningún elemento moral.

El comunismo y la ley agraria creen resolver el segundo problema. Se engañan: su repartición mata la producción; la distribución igual mata la emulación, y por consiguiente el trabajo, es una repartición hecha por el carnicero, que mata lo que divide. Es, pues, imposible de tenerse en estas falsas soluciones: matar a la riqueza no es repartirla.

Los dos problemas exigen una solución común para estar bien resueltos; las dos soluciones deben de estar combinadas de manera que formen una sola.
Si sólo se resuelve el primer problema... tendremos un poder artificial o un poder material; tendremos el mal del rico, y moriremos por vías de hecho, como han muerto varios países, o por bancarrota, como caerán muchos otros. Y el mundo nos dejará morir y caer; porque el mundo deja caer y morir todo lo que no es más que egoísmo, todo lo que no representa para el género humano una virtud o una idea. Téngase entendido que por estas palabras -varios países- designamos, no a los pueblos, sino las construcciones sociales, la oligarquía sobrepuesta a la nación, y no la nación misma. Las naciones merecen siempre nuestro respeto y nuestra simpatía. [Algunos]... países, como pueblo renacerán; [algunos]... otros pueblos, como aristocracia, caerán; pero como naciones, son inmortales. Dicho esto, prosigamos.

Hay que resolver los dos problemas: animar al rico y proteger a pobre; suprimir la miseria; poner término a la explotación del débil por el fuerte; poner freno al inicuo recelo del que está en camino, contra el que ha llegado ya; ajustar matemáticamente y fraternalmente el salario del trabajo; mezclar la enseñanza gratuita y obligatoria con el crecimiento de la infancia; hacer de la ciencia la base de la virilidad; desarrollar las inteligencias, ocupando al mismo tiempo los brazos; ser a la vez un pueblo poderoso y una familia de hombres felices; democratizar la propiedad, no aboliéndola, sino universalizándola, de modo que todo ciudadano, sin excepción, pueda ser propietario, cosa más fácil de lo que se cree; en una palabra, saber producir y repartir la riqueza, y tendremos juntamente la grandeza material y la grandeza moral; y seremos dignos de llamarnos... México.

Los Miserables. Cuarta parte.- El idilio de la calle Plumet y la epopeya de la calle de San Dionisio. Libro primero.- Algunas páginas de historia. Capítulo IV.- Grietas en los Cimientos (fragmento). Adaptación.

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